lunes, 26 de octubre de 2009

de Luis Benicio

Como cualquier día que asisto a las Universidad me bajé del tren en constitución y allí se hizo notar el exceso de movimiento automovilístico y el mar de gentío embravecido por los intereses creados.

Se asemejaba a la final del Mundial, obvio que me refiero al 86, o cuando nació la Democracia.

Las olas se embravecieron a medida que me acercaba a la Universidad, pero al llegar me día cuenta que era uno de los primeros y que mis compañeros se retrazaban por este enorme grupo de personas que asistían como oyentes de la oratoria de la Presidenta Cristina Fernández.

Recordé a Pedro Y Pablo… Yo adoro mi ciudad, donde la gente que no trabaja pero tampoco necesita suero por la falta de alimento, genera caos de transito y joden a los que trabajan.

Agarré del suelo una bandera azul de las Madres y la agité. Quizás en rebeldía de la idiotez que se jacta de sobria moral y no es más que una miserable de tantas.

Las Madres llegaron en su combi; el mamá móvil aclamado por los seguidores de aquellos que luchan por un noble ideal, por una causa justa; por los Derechos del Semejante.

Y así pasó el tiempo, en la ronda de café y gaseosas en la cafetería donde las polémicas se calman con el estomago lleno, pero jamás olvidamos quienes somos y de donde venimos.

Un día más en ciudad gótica y digo ellos porque con los sucesos (inicio- desarrollo y desenlace), no puede pertenecer a la realidad.

Sin embargo sigo siendo yo el señalado.

Luis Benicio

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